La Navidad y el pescador artesanal

Por Joselías Sánchez Ramos

 

El pescador artesanal de Manta y Jaramijó celebra sus navidades en familia; las viejas tradiciones del chigualo que veíamos en Tarqui – Los Esteros, Palo Verde, Pacoche y San Lorenzo han desaparecido. Los “nacimientos” que evocaban a Belén, los pastores, reyes magos, José, María y el niño, también están siendo reemplazados por los árboles de Navidad. Sin embargo, Santa Claus y Papá Noel no han podido posicionarse.

Joselías Sánchez Ramos y los hermanos Quimís, pescadores artesanales de Tarqui. Manta, Ecuador.
El autor de este artículo (centro) y los hermanos Quimís, pescadores artesanales de Tarqui.

Alexis Puya y Diana Solís, comunicadores sociales del área de comunicación del Viceministerio de Acuacultura y Pesca del MAGAP en Manta, Ecuador, al preguntarme cómo celebran la navidad los pescadores artesanales despiertan la curiosidad sobre este tema olvidado en mi memoria.

 

Definido el problema se establece como universo de estudio a los pescadores de Jaramijó y Manta, marco referencial para sustentar los elementos teórico conceptuales de la investigación en estudios anteriores realizados sobre el pueblo cholo del Ecuador, su invisibilización en la Constitución de la República y sus aportes a los patrimonios culturales inmateriales del mundo (el arte de tejer la paja toquilla) y de la República (fiestas de San Pedro y San Pablo)

 

Se acude a la observación, al diálogo y a la entrevista como técnicas de investigación para mirar la realidad actual y recrear la memoria de jóvenes y viejos pescadores.

 

Pescador artesanal

 

En la faja costera de Jaramijó y Manta habitan los pescadores que, conjuntamente con los del sur costero de Manabí, de las provincias de Santa Elena, Guayas y El Oro, constituyen el pueblo cholo del Ecuador. Su escenario de trabajo es el mar, amigo, compañero de la soledad y confidente de su vida.

 

En este mar sus ancestros ejercieron la pesca y la navegación, destrezas y habilidades que se fueron trasmitiendo de generación en generación. Hasta mediados de los años 80 del siglo pasado, el bongo, una vela latina y sus aparejos de pesca eran los instrumentos de su trabajo diario; dependiendo del tiempo se hacía a la mar en el atardecer o en el amanecer mucho antes que salga el sol. Cuando retornaba con el producto de su pesca, en la playa lo esperaban su mujer, familiares y amigos. La estrella del sur era su brújula, el cerro de Montecristi su faro en lontananza.

 

Estos bongos eran labradas en troncos de “Jaile”, del que sacaban también los “polines”, pedazos de troncos que servían para hacer rodar la canoa sobre la arena muerta de la playa. El remo terminado en punta de lanza servía para hendir la arena al salir de la playa y embestir con destreza a la ola evitando ser “volcados”. La vela latina era su motor de navegación.

 

Desde el último cuarto del siglo pasado el pescador reemplazó su bongo con “fibras de vidrio”, la vela con el motor fuera de borda, la estrella del sur y el cerro por brújulas y GPS, logrando mayor autonomía en la navegación y nuevas áreas de pesca; al escasear los cardúmenes se enganchan en pequeños barcos que los llevan mar afuera dentro de las 10 millas de mar territorial, anclan en el lugar más propicio mientras las fibras y el pescador hacen su tarea; la captura se conserva en esta embarcación mayor hasta el retorno a tierra.

Pedro López, anciano pescador de San Lorenzo. Manta, Ecuador.
Pedro López, pescador de San Lorenzo.

El pescador convive en barrios y en pequeños grupos sociales con su familia, amigos y parientes cercanos, como tíos, primos, en una relación generosa, solidaria y de aprendizajes, donde los más viejos enseñan el arte de la pesca a los más jóvenes, una tradición que se ha trasmitido a través del tiempo como el arte de tejer la paja toquilla o de celebrar la fiesta de San Pedro y San Pablo. Este arte de la pesca artesanal debería ser declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad e inscribírselo en la Unesco para tal efecto.

 

También hay otras actividades pesqueras que se realizan en solitario con la marea baja. Unos, con la atarraya en el mar cercano, capturando pequeños peces y, otros, en las rocas sacando pulpos, cangrejos o langostas, según la temporada.

 

Los propios pescadores reconocen que el gobierno nacional del Ec. Rafael Correa ha prestado gran atención a la pesca y a los pescadores, desde la legislación hasta la construcción de una cadena de puertos pesqueros artesanales en la costa del Pacífico ecuatoriano.

 

La Navidad pesquera

 

La Navidad es una fiesta cristiana universal. La palabra es una contracción de “natividad” y significa natalicio. Recuerda el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre dispuesto por la Iglesia desde el año 345 del siglo IV; fue una manera de superar la celebración del solsticio de invierno (21 de diciembre) que los pueblos no cristianos celebraban como fiesta de la cosecha durante siete días dedicados al dios romano Saturno.

 

La Navidad o el nacimiento del Niño Dios es una fiesta religiosa y familiar vinculada con la ternura e inocencia de los niños. Las familias se reúnen en la cena del 24 de diciembre y posteriormente intercambian regalos con los niños y adultos. Al desearse “feliz navidad” se comparte la paz y el buen vivir como aspiración universal de la humanidad.

 

En las zonas de nuestro estudio, el pescador mira al mar, luego vuelve la mirada a su familia para celebrar la Navidad en el seno de su hogar. Después de la cena vuelve al barrio, se reúne con los vecinos en un intercambio de abrazos y salud. Las viejas tradiciones del chigualo que veíamos en Tarqui – Los Esteros, Palo Verde, Pacoche y San Lorenzo han desaparecido. En su reemplazo surgen los nacimientos que se escenifican en los barrios con el concurso de las mujeres del sector, que inician la novena el día 14 de diciembre y concluye el 23 con una representación que acude hasta el templo. El 24 de diciembre se celebra la fiesta en el barrio, con cañas encebadas, ollas encantadas y el reparto de juguetes a los niños. En Tarqui y Los Esteros, esta práctica barrial y familiar también está desapareciendo. El Nacimiento está siendo reemplazado por el árbol de Navidad.

 

En la Parroquia San Mateo, cuyos habitantes son netamente pescadores, la celebración de la Navidad es familiar y barrial, comenta la dirigente Belkis Flores. Se elaboran algunos “nacimientos” en determinados barrios, que el 24 de diciembre reúnen a los niños del barrio para juegos populares, repartir caramelos y juguetes o visitar las zonas pobres entregando “presentes”. En la noche se participa en la misa de medianoche que se celebra en el templo de la parroquia. No hay referencias de cómo celebraban la Navidad los habitantes del antiguo “Palo Verde”, población que hoy se llama San Mateo.

Una pancarta invita al festival tradicional de Las Piñas, pueblo que se ve parcialmente en la foto. Manta, Ecuador.
La pancarta invita a una fiesta tradicional en Las Piñas, pueblo que se ve parcialmente en la foto.

En la zona rural, al sur de Manta no hay representación de nacimientos ni novenas; los chigualos, que eran tan populares en el siglo pasado, han desaparecido, comenta Pedro López, un viejo sanlorencino de 78 años, quien recita versos de los chigualos de su juventud. Los pescadores y sus familias participan en la fiesta del pescador que se celebra en algunos sitios y recintos pesqueros, como en “Las Piñas”, reconocida caleta de pescadores donde la fiesta comienza el 12 y concluye el 15 de diciembre con una gran celebración; durante estos días se acude al templo para venerar a “Nuestra Sra. María del Rosario y María Auxiliadora”.

 

Pascual López, Néstor Alarcón y Carlos Arízala, pescadores del Sitio Santa Rosa, destacan que los pobladores celebran la fiesta del pescador el 2 de enero de cada año, una fiesta que recoge la tradición de todos los sitios y reúne pescadores de toda la zona rural con la misma connotación que la de Las Piñas, la fiesta de San Lorenzo y otras. La Navidad sólo se celebra en las casas y después de la reunión de la medianoche, se duerme.

 

En Jaramijó, César Esteban Cañarte Reyes, estudiante universitario e hijo de pescadores, refiere que la Navidad se celebra como en todas poblaciones pesqueras, pero que todavía se observa a algunos pescadores que practican la vieja tradición de bañarse en el mar una noche cualquiera del mes de diciembre, para limpiarse de “los malos humores” y recibir “limpios” el nacimiento del Niño Dios y el año nuevo.

 

La fiesta grande

 

Evocando a Horacio Hidrovo Peñaherrera, repetiremos que no hay fiesta más grande que poder gritar hasta que se rompan las palabras y decir: soy manabita. El grito suena como la voz del mar enfurecido, o como una tempestad en el vientre de una montaña. Y es como afirmar: soy cholo, soy montubio.

Joselías Sánchez Ramos dialoga con pobladores de Santa Rosa. Manta, Ecuador.
El periodista Joselías Sánchez (gorro) anima a pobladores de San Rosa para que cuenten sus tradiciones.

El cholo habla como las olas cuando tejen alfombras de espumas sobre la playa; mira como el faro en una noche total; tiene la altivez de los mástiles cuando besan la frente del cielo. El cholo duerme hilvanando sueños de gaviotas y es protagonista de la más audaz acrobacia.

 

El cholo tiene una distancia de redes; siempre se va y duerme sobre el lecho del mar; lo despierta una danza de remos. El cholo derriba horizontes, juega con las estrellas, patina sobre las pistas del mar; en sus sueños hace compras en las tiendas de la Luna.

 

El cholo zurce su nostalgia cuando ya no puede regresar al mar y siente que todas las tardes el sol le apaga las pupilas. El cholo suspende sus miradas en el Cerro Montecristi, y sobre escamas de peces pinta acuarelas. El cholo escarba el vientre del mar y a veces se queda para siempre en una tumba de caracoles. El cholo sabe que en la playa lo espera una manta enlutada. El cholo venció las tempestades, y cuando no regresó, el mar se tapizó de flores.

 

El cholo cree en el mar y en sus designios; el llanto del cholo es compungido; amarra los recuerdos pronunciando el nombre de sus seres queridos; para el cholo el mar es su universo, lo contempla desde su ventanal de viento.

 

Cholo. Pueblo indómito, barro curtido, sol que desangra, zanjas en la frente; siempre amaneció junto al canto del mar; danza de canoa, plasticidad de cintura; mural de atardeceres. Cholos, bandera a todo viento, protagonista del gran estallido por la libertad.

 

El mar será siempre del cholo, el mar y sus peces; los mástiles y las redes; los faros, las chalupas, los horizontes azules. Por eso, no hay fiesta más grande que poder gritar hasta que se rompan las palabras y decir: soy manabita. (Joselías Sánchez Ramos, Manta 17 diciembre 2015)


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